img-default-blog.jpg
Las obras de la entrada norte, tarde y mal (Artículo Jesús Blasco, semanario MAS, septiembre 2014)

Tarde y mal.

Probablemente usted también se haya hecho estas preguntas: ¿Cuándo acabarán las dichosas obras de Rusiñol y Puente Barcas? ¿Por qué van tan lentas? ¿Tan lentas como su contratación ya que estaban comprometidas desde el PRISMA 2011? ¿Improvisan sobre la marcha? ¿Es tan difícil hacer las cosas bien? Pues, por lo que hemos podido ver los últimos ¿35 años? sí, debe ser muy difícil hacer las cosas bien en Aranjuez. En la ciudad que tardó 16 años en construir la rotonda de Robert Bosch y tiene 18 años empantanado un plan general de urbanismo, ¿qué nos puede extrañar?

Lo cierto es que nadie ha sido capaz de hincarle el diente al problema de los accesos de Aranjuez, más cuando aún se hace pivotar la mayoría del tráfico de entrada por la zona más monumental de Aranjuez, Patrimonio de la Humanidad, en lugar de estudiar accesos complementarios. A grandes rasgos, las obras que ahora se están ejecutando en la entrada norte fueron diseñadas en 2005, concebidas como solución a corto plazo, cuando nuestra ciudad tenía la friolera de 15.000 habitantes menos y no estaban desarrollados barrios como el de la Montaña, con un horizonte poblacional de 10.000 vecinos. Vamos, que por lentitud, o ineptitud administrativa, estamos ejecutando obras planificadas hace casi una década, respondiendo a las necesidades de hace casi una década. Las soluciones aportadas obligan como mínimo a ser escéptico.
Tener empantanado el principal acceso a una ciudad de 60.000 habitantes, donde la mitad de la población debe salir fuera a estudiar o trabajar y que recibe miles de turistas, obligaría en cualquier sitio del mundo a ser rápidos en la ejecución. Nada de eso, aquí se eternizan hasta extremos inimaginables. Había que reducir el presupuesto inicial para tener un remanente con el que poder “hacer algo” de cara a las elecciones, lo cual tampoco debe extrañar cuando tras una nefasta gestión económica se ha sido incapaz de obtener fuentes adicionales de ingresos.

Desde acipa temimos en su día que ese abaratamiento (de 2,8 a 1,6 millones de euros) fuera a repercutir en la calidad de la ejecución, peores acabados o retrasos, afectando colateralmente al tejido comercial. Más aún cuando en el bochornoso espectáculo de colocación de la primera piedra, en la que el equipo de gobierno volvía a confundir actos institucionales con actos de partido se veían más obreros haciendo de “extras” o figurantes que los que finalmente se han visto realizando las obras. Pues la primera en la frente. No solamente se lleva a cabo una obra muchos años después de planificada, y tardando lo indecible. Encima se hace mal. El cúmulo de chapuzas y despropósitos es tan evidente que no hace falta ser un erudito en patrimonio histórico para notar el desaguisado: elevación de los niveles originales en calles tan emblemáticas como las de la Reina, alicatada a tope hasta el punto de enterrar en adoquín “a lo Picapiedra” los carteles de información turística en lugar de desatornillarlos y volver a colocarlos, dejando árboles centenarios con alcorques ridículos (¿dónde está el PP que tanto batalló en la calle del Rey?) y modificando en suma el trazado del tridente después de 265 años para dejar una gigantesca chapuza que ni siquiera sabemos si resolverá eficientemente los problemas de tráfico. Los Discapacitados se preguntan cómo podrán salvar los desniveles. Lo dicho, tarde y mal.