Polvos y lodos
- 2016/03/22 12:19:39
Corría el año 2004, y en Aranjuez atravesábamos épocas de leche y miel. Los consejeros de la Comunidad de Madrid nos tomaban afecto y cada semana teníamos a alguno desfilando por estos lares. Éramos la “niña bonita” de la Comunidad de Madrid, y todo parecía ir viento en popa. Se procedía a restañar heridas históricas, a reequilibrar ese sur del sur de la Comunidad de Madrid. La Warner iba a ser una realidad en San Martín de la Vega, y Aranjuez iba a ser el epicentro de un vasto complejo de ocio, turismo y juego, además de subsede olímpica, con uno de los mejores canales de remo y piragüismo del mundo. Por si fuera poco, de los encuentros entre Lamela y el entonces alcalde Jesús Dionisio nació el compromiso de construir un gran hospital de entre 300 y 350 camas en Aranjuez. Por fin se haría realidad el sueño de tener un hospital comarcal, con la máxima calidad y cartera de servicios. En suma, era tan grande la dicha, que la inocentada del “metro” en Aranjuez cobró verosimilitud para muchos.
Doce años después, Aranjuez está lleno de goteras. El nonato centro comercial del barrio de la Montaña sigue recordándonos con su imponente presencia que más de cien millones de euros de inversión aún permanecen en barbecho y sin producir. El Canal de Remo de Cabezadas no es más que un recuerdo de lo que pudo ser y no fue, casi un chiste grotesco. El complejo de ocio y juego de la Montaña no ha merecido para la Comunidad de Madrid ni siquiera unos accesos en condiciones. Y el hospital de 350 camas, que a punto estuvo de transformarse en un “gran centro de especialidades” (según el diario El País) ha acabado siendo el hospital más pequeño de todos los contemplados en la legislatura 2003-2007 y con una cartera de servicios que a trancas y barrancas se está logrando aumentar.
Ya por aquel entonces la cosa se torció. Un hospital como el nuestro, a caballo entre dos Comunidades Autónomas, entre las comarcas naturales de Las Vegas, la Mesa de Ocaña y La Sagra, debería haber sido co-financiado por ambos entes administrativos, puesto que sus vecinos se verían beneficiados de sus servicios. La negativa de Castilla-La Mancha a cooperar (como siempre, y como siempre dispuesta a aprovechar a su favor el efecto frontera) y la emergente figura del entonces alcalde de Valdemoro, Francisco Granados (ejem) como nuevo “hombre fuerte” del gobierno de la Comunidad de Madrid, limitaron el radio de acción de nuestro hospital (al conseguir Valdemoro otro para su ciudad). Por tanto, el gran hospital se quedó en un hospital comarcal de apenas 60 camas, ampliable a 120. Hospitales construidos por uniones temporales de empresas constructoras que iban a ostentar la titularidad de los mismos durante 30 años, y con una serie de servicios externalizados, salvo los puramente sanitarios.
Se advirtió de las contraindicaciones de dicho modelo, un modelo muy parecido al Alzira, pergeñado por Eduardo Zaplana en la Comunidad Valenciana. En el caso de la Comunidad de Madrid el sector privado, las UTEs no tomaban control de la parte sanitaria, pero sí de todo lo demás como antes comentábamos. Se dijo que la estación final de todo el itinerario era la privatización total, que lo sanitario también cayera bajo el control del privado. Y casi aciertan, porque solo la movilización del personal sanitario y de muchos miles de pacientes consiguió paralizar la sinrazón, y que la nueva presidenta regional decidiera abandonar el modelo. El problema es que de aquellos lodos, la no colaboración de Castilla-La Mancha (pero sí su masivo e indisimulado desvío de pacientes vía urgencias) la construcción de un microhospital que maximizaría las pérdidas económicas y un modelo de búsqueda de rentabilidad encaminado a que el privado asumiera toda la gestión, han acabado por lograr que nuestro hospital sea el más endeudado de los ocho levantados durante los gobiernos de Esperanza Aguirre. Más de 153 millones de euros en solo ocho años. Otro récord que nos podemos apuntar, a sumar al de ser uno de los municipios con peor calificación crediticia de España, según AFI.
Pues eso, de aquellos polvos, este inmenso lodazal en los que a duras penas podemos mantener el equilibrio sin rebozarnos de fango. Va siendo hora de dar un manguerazo.