14-D
- 2015/12/14 13:23:07
Los vientos del tiempo, inexorables e implacables, le arrancan otra hoja al calendario, y de sopetón caemos en el 14 de diciembre. Hay días marcados de forma indeleble con acontecimientos. Algunos trágicos, otros alegres (los menos, por desgracia. Al imaginario colectivo se le quedan más marcadas las desgracias) pero siempre recordados por su día y su mes correspondiente. Este “14-D” tiene también su simbología, pero para los Ribereños sin duda es especial. Hace 14 años, en la fría Helsinki, se decidió inscribir a Aranjuez como Paisaje Cultural en el catálogo de bienes Patrimonio de la Humanidad de la UNESCO. En esos catorce años ya se han apagado los ecos de las tracas y el champán y es tiempo más que suficiente para analizar qué ha supuesto la denominación, o la inscripción mejor dicho, para nuestra ciudad.
Aunque haya quien prefiera ligarlo más al turismo, lo cierto es que sus beneficios son, o deberían haber sido, integrales, habida cuenta de la complejidad del Bien a proteger. No es (solo) una catedral, como en Burgos, un conjunto de edificios como en Sevilla, ni siquiera es una ciudad con edificios extramuros, como Ávila. No. Es una ciudad, un casco antiguo, es un río, el Tajo, que hace de charnela o gozne sobre el que gravita todo un conjunto de jardines, huertas, sotos, tranzones, paseos arbolados, elementos arquitectónicos como puentes, puertas monumentales, elementos hidráulicos como presas, azudas, canales… Y para hacerlo todo aún más difícil, todo ello en manos de un popurrí de administraciones, que casualmente solo suelen ponerse de acuerdo en una cosa, en darnos la espalda.
Sí, lamentablemente no podemos hacer un análisis triunfalista de estos catorce años. El peso de la UNESCO, del Icomos, de la declaración misma, no ha podido evitar la destrucción progresiva del río Tajo (ni un solo Plan de Cuenca, ni un solo documento de la Confederación Hidrográfica del Tajo o del Ministerio de Medio Ambiente reconocen la importancia y singularidad de Aranjuez a la hora de establecer caudales o de mitigar los perniciosos efectos del trasvase) Tampoco ha podido evitar que el desarrollo de la ciudad (que ha crecido en unos 15.000 habitantes desde 2001, pero no paralelamente en servicios) haya entrado en colisión casi permanente con la conservación de nuestro Paisaje (cuando precisamente somos Patrimonio de la Humanidad por haber sabido conciliarlo, la mano del ser humano y la Naturaleza). Ni siquiera la mejora del turismo inclina hacia el balance positivo, puesto que como decía en una columna semanas atrás, este motor da preocupantes muestras de estar gripado.
Cualquiera diría que hasta el reconocimiento nos ha venido mal. Pues no, para nada, ese sería un análisis demasiado simplista. La respuesta está en nosotros mismos. No hemos sido capaces todavía, en estos 14 años, de tener un documento terminado que marque la hoja de ruta coordinada de todas las administraciones con competencias en este Paisaje, un Plan Director que debería haber estado en marcha desde hace más de una década, cuando Aranjuez encaraba el nuevo siglo con el reto de conservar su esencia sin renunciar a crecer y desarrollarse. Y por supuesto, conviene desterrar el mito de los mitos, que ser Paisaje Cultural es incompatible con un desarrollo industrial y nos conduce indefectiblemente a ser una ciudad dormitorio. El Aranjuez del futuro, industrial y productivo, con servicios de calidad y comodidades para visitantes y turistas, está ahí. El potencial para ser sigue ahí, y que precisamente se reconozca nuestro potencial y nuestra valía no lo menoscaba en absoluto. Muchas ciudades, muchos lugares soñarían con tener los recursos que tenemos a nuestra disposición, pero también muchas son capaces de explotarlos exitosamente, aunque sean limitados. Hay que ser capaz de revertir nuestros puntos débiles, esa fragmentación competencial, y hacer ver a esas administraciones que Aranjuez también es tierra de oportunidades para ellas, y que solo remando todos a la vez serán capaces de conseguirlo. Y si finalmente no somos capaces de lograrlo, tendremos cada uno una ineludible parte alícuota de responsabilidad.