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Colaboración Jesús Mario Blasco en el Heraldo de Aranjuez

Semana de Pasión

Aunque muchas veces se dice que la clase política, los gobiernos, son un reflejo de la sociedad que los ha situado en posición de gestionar y administrar, en realidad podemos ver que esta sociedad va muy por delante de nosotros. Las posiciones dogmáticas y cainitas no son un reflejo de la convivencia cotidiana, mucho más libre, mucho más llena de sentido común. De ahí que en ocasiones los propios ciudadanos creen que los políticos nos miramos el ombligo, y nos tiramos los trastos a la cabeza hablando del sexo de los ángeles o de conflictos que solo están en nuestras cabezas porque la Sociedad los han superado hace mucho.

Hace unos meses hubo un debate mucho menos sosegado que lo deseable sobre una declaración de laicidad para nuestra ciudad. Como es fácil de entender, la gente está bastante más preocupada por el empleo, por la calidad de la sanidad y del resto de servicios que recibe, las comunicaciones, incluso el estado de nuestro Patrimonio y nuestro río. Es un debate que no está en la calle, y cuando eso es así, los acontecimientos nos acaban dando con la realidad en las narices. Nuestra sociedad es diversa, y cuanto antes nos acostumbremos a ello, mejor. Y lo mejor de todo es que esta diversidad, ejercida con responsabilidad y sin coartar ni ofender la libertad ajena, es sana, un síntoma de buena salud democrática.

Acabamos de vivir la Semana Santa, periodo de recogimiento, devoción, fervor, alegría incluso por poder dar testimonio de una fe. Aranjuez, como en tantos otros lugares de España y del mundo, no ha sido ajeno a esta circunstancia. Posiblemente nuestra Semana Santa no sea tan grandiosa como la que se celebra en muchos otros puntos de nuestra geografía, ya que Aranjuez es una ciudad relativamente joven, pero lo suple con mucho trabajo y voluntad. Las cofradías que han participado en los diversos actos litúrgicos y procesiones han derrochando esfuerzos y trabajo altruista como cada año, un esfuerzo digno de apreciar y de agradecer. No solo por parte de aquellos que profesan la religión Católica, sino de todos aquellos que nos han visitado durante estos días que también han sido de vacaciones para muchos. Nuestra Semana Santa, como decía, no es tan grandiosa, o grandilocuente (depende de la visión) como la de otros lugares pero bien podemos decir que hasta hace relativamente pocos años celebraba una pasión viviente con libreto de Farinelli de 1751, que sería interesante recuperar.

La afluencia a esos diversos actos antes citados ha sido notable, y a buen seguro contando con la asistencia de personas de diversas confesiones religiosas, o de ninguna, demostrando que es perfectamente posible la convivencia de todas ellas, aunque haya una, la católica, claramente mayoritaria. Los sucesos que desgraciadamente también han sucedido esta pasada semana, los atentados de Bruselas y Lahore, producto del radicalismo, la intransigencia y la barbarie, son la mejor demostración de que el sectarismo, la falta de respeto a las creencias ajenas y el inculcar odios cervales durante décadas conduce al fanatismo y al horror. Por tanto, y por volver al punto inicial de este artículo, no nos tiremos los trastos a la cabeza con la religión, no utilicemos las creencias, una de las cosas más íntimas del ser humano, como ariete para obtener ningún fin.

Respetémonos, porque nuestra sociedad (que va muchos pasos por delante de nosotros) nos da lecciones diarias a los políticos, de que es posible este respeto mutuo. Reconozcamos también el trabajo de aquellos que sacrifican su tiempo y sus medios para lograr que las conmemoraciones religiosas sean cada vez más numerosas y mejor organizadas. Aprendamos de la vivencia verdadera de una fe, y apliquemos esa cultura de esfuerzo y respeto a nuestra vida diaria.