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Colaboración Jesús Mario Blasco en el Heraldo de Aranjuez.

Propósitos de año nuevo

El año 2015, con sus tormentas y turbulencias (en el más amplio sentido de la palabra) ya es historia. En este impás hasta la llegada de SS.MM. los Reyes Magos de Oriente, que dará por finalizadas las fiestas navideñas, es cuando se formulan todos esos propósitos de año nuevo. Y son propósitos y no meras solicitudes a los Reyes porque tienen que partir de nosotros mismos, son obra de nuestra propia fuerza de voluntad. Los problemas que nos aquejan y los que tenemos en ciernes no entienden de cambios de hojas del calendario. Al igual que el dinosaurio de Monterroso, todavía estarán ahí cuando nos “despertemos” y se apaguen los ecos de las Fiestas.

Dichos problemas son complejos, propios de una ciudad compleja como Aranjuez y por tanto las soluciones que se requieren son asimismo complejas, probablemente muy distintas de las aplicadas hasta ahora. Aranjuez, pudiendo ser a la vez tantas cosas, puede acabar siendo la nada en todo, un ente que vegeta y cuyo único objetivo es el de subsistir. Como nadie desea tal situación, y ni por asomo nos encontramos aún en ella, debemos empezar a sentar las bases para cambiar el rumbo. Podemos empezar del suelo industrial, del modelo de ciudad, de la ciudad dormitorio… bla,bla,bla... Que sí, que todo eso es cierto, y que además vamos a salto de mata, sobreviviendo día a día, levantándonos torpemente tras los mazazos que nos van cayendo de cuando en cuando, que debemos tener un rumbo, que no podemos poner todos los huevos en la misma cesta. Pero… ¿qué estamos haciendo para cambiarlo? ¿Qué nuevo tratamiento estamos administrando para curar la enfermedad crónica que nos aqueja? ¿No resulta, acaso, que al final hacemos lo de siempre, el arrearnos estopa de la buena, porque solo nosotros (individualmente) conocemos la Verdad y consideramos que el resto no es más que una pléyade de ignorantes?

El resultado de muchos años de esto mismo, del quítate tú para ponerme yo, de la política de tierra quemada, de la negación de la más mínima virtud del adversario, nos ha llevado a donde estamos. No solo esto, evidentemente. La desinversión, el abandono institucional, el agotamiento de fórmulas sobreexplotadas también han puesto su granito de arena, pero fundamentalmente han sido errores de pilotaje. Como es lógico, la solución a esto no vendrá de la ultracorrección, que sería el abandono de la labor que legítimamente debemos hacer los partidos de la oposición, porque nos convertiría en colaboradores de los errores inherentes a toda acción de gobierno. Me refiero a la labor crítica, pero constructiva. De sentarnos todos y trazar unas líneas básicas, una serie de puntos “de estado” como decíamos la semana pasada, que deberían estar fuera del debate político. Como es natural, esto también requiere que la otra parte sea receptiva y acepte colaborar en la empresa. El consenso con vocación de perdurar en el tiempo, y no solo cuando les interese. Y esto, con minorías, con mayorías minoritarias o con mayorías absolutísimas. Una lealtad que debe ser bidireccional, porque sería difícil ayudar a quien no quiere ser ayudado.

Los propósitos para este 2016 son claros: Levantar Aranjuez. Ya no tocar fondo, sino dejar de excavar en él, voltearnos y salir a flote de la mejor manera posible. La mejora de la prestación de servicios, de los barrios, del cuidado de nuestro paisaje y nuestro legado cultural, seguir demandando la mejora del transporte y la accesibilidad, el apoyo al comercio, a la industria, al turismo, al deporte y la materialización de tantos proyectos largamente anunciados y nunca realizados. Y a diferencia de los consabidos propósitos de apuntarse al gimnasio, a la escuela de idiomas o abandonar los vicios que cada uno tenga, no podemos permitirnos el lujo de abandonarlos a las primeras de cambio. Lograrlos es tarea de todos.